A veces, la flechas que lanza Cupido se desvían en el camino y, ¡oh sorpresa!, provocan que algunas mujeres -hastiadas de las supuestas mieles del amor- prefieran un bolso de lujo que una salvaje noche de pasión.
Su nombre verdadero no es Ritta (sí, con doble "T", para mayor artificio). Ella supo, desde chiquita, que su mamá la odiaba. "¿Cómo te explicas que una madre le ponga a su hija Josefa, si no es porque la detesta?", me dijo una vez, con el rímel corrido y lágrimas surcando sus pómulos aristocráticos.
En la primaria decidió que por ningún motivo se iba a llamar Josefa, sobre todo cuando descubrió que muchos años atrás había existido una señora muy poco agraciada que respondía al nombre de Josefa Ortiz de Domínguez, apodada, para colmo, "La Corregidora". Ritta sintió un escalofrío ‘nomás' de ver el peinado de la doñita, y amenazó a sus amigas con aplicarles la ley del hielo si la volvían a llamar así.
Como era de esperarse, aquello fue un arma de doble filo, y cada vez que deseaban hacerle pasar un mal rato le gritaban frente a todas las niñas: "¡Oye, Josefa, que amolada te puso tu jefa!". Mi amiga se ponía hecha una fiera y, sin saberlo, asumía una actitud entre punk y diva ofendida, es decir, una mezcla de violencia y desprecio hacia los demás, lo cual la convirtió en el blanco perfecto del más sádico bullying.
Pero el tiempo pasa que da nervios y, en un parpadeo, Josefa murió y dio paso a Ritta, una chica de armas tomar que se construyó a sí misma teniendo muy claro que, como ella misma comentaba, "si sólo voy a vivir una vez, ¡quiero ser rubia!". Su modelo a seguir no fue cualquier güera, sino la madre de todas las rubias, Jean Harlow. Así -platinada, irreverente, obsesionada con la moda y metamórfica-, Ritta salió al mundo para gritar quién era y, en uno de sus alaridos, nos conocimos.
En aquel entonces era Ritta a secas, pero después le entró una necesidad apremiante por tener un apellido. Como siempre consideró que las mujeres cuyo nombre y apellido comenzaban con la misma letra eran las más suertudas -Greta Garbo, Marilyn Monroe, Sharon Stone-, decidió que se llamaría Ritta del Río, un homenaje a otra de sus estrellas predilectas, Dolores del Río, cuya elegancia le parecía inigualable.
Ritta del Río fue una celebridad subterránea a finales de los años 90. Sus constantes escándalos eran legendarios, al igual que su estilo único de "producirse", porque ella no se acicalaba, se producía, como si fuera una película, una obra de teatro o una ópera. Un estilo retro cargado de sexualidad y elementos iconoclastas pusieron a varios hombres a sus pies pero, hasta donde supe, nunca halló ni la pasión ni el dinero suficientes en ninguno de ellos. Fue entonces cuando decidió enterrar a Ritta del Río y edificar otro alter ego.
Me enorgullece afirmar que su nueva identidad se gestó, en parte, gracias a mí. Una noche, en el bar del restaurante San Ángel Inn, se me ocurrió sugerirle que tomara el apellido de una de las grandes damas de la moda, Nina Ricci. De inmediato sus ojos centellearon y su cerebro comenzó a armar el perfil de la que sería, según sus propias palabras, "un perra consumada". Y así fue. Nació Ritta Ricci y, con ella, una insaciable sed de lujo.
Nuestros caminos se fueron separando y la amistad se resquebrajó. Nos queríamos, pero debo aceptar que no éramos una buena combinación. Una vez me dijo que la desesperaban mis crisis depresivas, y yo le reclamé que ella hacía surgir lo peor de mí, haciéndome comportar como una señora histérica. Lo último que supe de ella es que estaba en Tijuana, metida en un lío gordo, y haciendo hasta lo imposible por largarse a Estados Unidos. No obstante, aún recuerdo con cariño sus ocurrencias. Nunca olvidaré cuando un incauto le preguntó si tenía pareja, y ella, acariciando su bolso, le respondió sin siquiera mirarlo: "Te presento a mi novio, Louis Vuitton". Rita me enseñó que, a diferencia de los hombres, un bolso de diseñador nunca te falla; que el glamour es como el sexo; que los noviazgos están sobrevalorados, y que el amor eterno, como cualquier tendencia en boga, dura tres o cuatro meses. Cruel, pero cierto. Así es la moda. Así es Ritta Ricci.
No hay comentarios:
Publicar un comentario